
Los templos de Pura Lempuyang se escondían en lo profundo del bosque. Unas escaleras nos señalaban el ascenso hasta el último templo, en un día gris, de viento, niebla y lluvia. Sin nadie más que se animara en este día a hacer la ruta, iniciamos nuestro camino en solitario. Envueltos en la abrumadora vegetación y con la mente puesta en no resbalarnos, comienza lo que podríamos llamar «el gran encuentro» de nuestro viaje. Por esas mismas escaleras, nos encontramos con el peregrinaje de todo un pueblo que se dirige a su día de ceremonia.


Cestos en la cabeza, bolsas de enseres, unos subían, otros bajaban. Y una constante: las miradas de sorpresa, las risas de la curiosidad, los intentos de comunicación acompañados de gestos, intentos de palabras y más risas.
Los niños se animaban a hablarnos en inglés, a preguntar de dónde éramos. Algunos se detenían para observarnos mejor, o para ofrecernos comida. Queríamos fotografiarlos y también ellos a nosotros.



Así fue como el día gris se tiñó de mil colores

















❤️
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